Romances de luna escondida

Sábado noche en Yasy Kañy. En unos días nos vamos a Asunción a trabajar, la última semana de nuestra estancia, en las oficinas centrales de CEPAG. Estamos Tufic y yo mismo sentados en el porche, solos. Davide ha ido a casa de Anahí, ya que no pudo ir la otra vez, y yo me he quedado con nuestro gran amigo y compañero chileno, libanés, boliviano, paraguayo o lo que demonios sea después de 74 años recorriendo mundo. Esta tarde teníamos que ir a la radio, pues Tufic me había invitado a su programa de los sábados por la tarde, un programa de dos horas en el que recita poemas, propios y ajenos, y reproduce música romántica con mucho éxito y audiencia, la verdad. Como sabe que a mi me gusta la poesía, me había encomendado recitar 4 poemas de amor de poetas españoles. Yo, además, he escrito uno.

Un corte repentino de luz provocado por una subida de tensión hacia mediodía nos impide ir a la radio, pues se han fundido los fusibles y no volverá a estar operativa hasta el lunes. Son cosas que suelen pasar. Los cortes de luz digo. Nunca se sabe cuánto tiempo van a durar. Mucho menos cuándo van a llegar. Tufic y yo nos quedamos con las ganas, y después de cenar nos sentamos en el porche, abrimos una botella de vino y ponemos música en el altavoz. Le recito, ante su petición, atención e interés, los poemas que había seleccionado. Bécquer, Lorca – del que se celebran este sábado 18 de agosto 82 años de su fusilamiento –, Pedro Salinas y Vicente Aleixandre. Entonces. me dice que ponga música, y decido poner un poco de rock español de tiempos pasados.

Empiezo el repertorio, pasando por Hombres G y planeando cómo hacer sufrir a ése mamón con polvos pica pica; reflexionando sobre el trayecto de nuestra Agüita Amarilla con los Toreros Muertos; encontrando similitudes entre Madrid y Paraguay, pues Aquí tampoco hay playa, como dirían The Refrescos; recordando la belleza del Mediterráneo con Serrat; esperando tantos Besos como el Canto del Loco; desprestigiando lo Clandestino con Manu Chao; las vistas desde el Tibidabo junto a un Cadillac Solitario de Loquillo; imaginando Hawái y Bombay con Mecano

La nostalgia se apodera de nosotros. La mía, real; la suya, ficticia. Él conoce mucho de España, de su historia, sus paisajes, su cultura, su música, su poesía, su cine; pero nunca ha tenido la oportunidad de visitarla y lo desea hacer algún día. Yo me acojo a la frase de Melendi en Asturias en la que dice “cuando más lejos estoy más asturiano me siento”. Y es cierto. Dicen que la distancia es enemiga del amor, pero puede que no siempre sea así. Aquí, obviamente, se está de maravilla. Trabajando en un ambiente infinitamente más relajado, librándonos de estrés y nervios acumulados durante el curso, en un ambiente campesino amable y gentil, acompañado de personas y gente extraordinaria. Pero, como es lógico, en ocasiones hay cosas que se echan de menos. Y cuando más lejos se encuentra uno, mayores son sus sentimientos hacia aquello dejado en sus orígenes.

Todas las canciones mencionadas despiertan recuerdos y momentos únicos, muchos de ellos veraniegos. Pero lo cierto es que no sólo los despiertan, también los captan, los crean. Llegará algún día en que al oír una de estas canciones me recuerde a este mismo día, a este momento, a las conversaciones profundas que, gracias al vino, Tufic empieza y en las que somos capaces de discurrir durante horas y horas.

Algunos me podrán decir que me he perdido cosas. Que me he perdido un Camino de Santiago, unas fiestas de San Juan, noches en las discotecas de la Costa Brava, las fiestas mayores de mi pueblo, momentos con amigos y familia, el sol y la playa… el verano en general. Pero no es así. No he perdido nada. De hecho, lo he ganado. Muchos veranos los he disfrutado haciendo más o menos las mismas cosas, estando con la misma gente. No me arrepiento por ello, claro, los disfruté. Pero este verano – o invierno – ha sido diferente, y eso nadie nos lo podrá quitar. Hemos visto, aprendido, conocido, observado, realizado, comido, tomado, caminado y recorrido cosas que poca gente de nuestro entorno – por no decir nadie – podrá ver, aprender, conocer… Sí, hemos dejado atrás muchas cosas, las hemos echado de menos, pero las volveremos a vivir. Ésas nadie nos las quitará, igual que tampoco nos quitarán lo que hemos vivido aquí en Paraguay y, en concreto, en Yasy Kañy que, traducido al castellano significa, “luna escondida”.

Entonces Tufic me hace la pregunta. No es el primero que nos la hace, probablemente tampoco el último. ¿Se hallan aquí?, me dice. ¿Echan algo de menos? Digo que , nos hallamos, aquí estamos estupendamente, Yasy Kañy se ha convertido en nuestra casa. Cuando vamos de viaje, cuando salimos o estamos de visita, no decimos volvemos a Yasy Kañy, o a la casa de CEPAG. No, decimos volvemos a casa, o me he dejado tal cosa en casa, o en casa te lo doy. Nos hemos asentado, por así decirlo. Lo hemos hecho nuestro. También lo echaremos de menos, ciertamente. Volveremos con ganas a España, pero también apenados, pues muchos son los recuerdos aquí creados. Y lo mejor de los recuerdos es crearlos.

Cinco horas después, dos botellas de vino chileno vacías, un largo repertorio musical y conversaciones profundas y únicas, recogemos el tinglado para ir a dormir. Tengo ganas, pienso, de meterme en mi cama. Es curioso, sigo pensando, que ahora considere ésta mi cama, cuando Paraguay se encuentra tan lejos, más o menos, entre Hawái y Bombay.

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